El auto que inspira a filósofos y cineastas: el mito del Déesse
Conoce la historia del automóvil más bello jamás fabricado
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Très chic
Los automóviles son un objeto singular: mercancías de consumo, pero también otra cosa. En lo social y cultural, los automóviles simbolizan mucho más que la capacidad de movilidad mecánica que la civilización obtuvo después de la Revolución Industrial. De hecho, son la materialización definitiva de los ideales científicos, sociales y estéticos de la edad moderna.
Pero algunos vehículos alcanzan un nivel de reconocimiento tan especial que llegan a formar parte de una especie de mitología moderna, por medio del impacto de su imagen y tecnología, que trasciende a la industria automotriz y llega a marcar una época. Ejemplos a cualquiera se nos ocurren: el vocho y la combi, los Mustang, el Mini… Sin embargo, existe un automóvil particular que generó una especie de culto a su alrededor, particularmente entre artistas y pensadores, por su genio y figura: el DS del fabricante francés Citroën.
Un automóvil que definió “l'esprit du temps” a mediados de siglo
Seguramente lo habías visto y pensado “¡qué belleza!” sin saber que es al mundo automotriz algo así como la Venus de Milo en la historia del arte. De hecho, ha salido en una buena cantidad de películas, particularmente europeas y francesas desde luego. Pero también en series como “Buffy la cazavampiros” o “The Mentalist”, en videos musicales (como el de la famosa canción “Fade into you” de la banda alternativa Mazzy Star) y hasta en caricaturas (en “Rugrats” los padres de Tommy manejan algo que no puede ser otra cosa que un DS).
La constante referencia al DS en la cultura popular se debe a la particular y cautivante línea estética de este automóvil extraordinario, que en su momento era calificada incluso de “espacial”. Pero también al hecho de que inspiró a Roland Barthes, ilustre filósofo y crítico de la cultura francés, a escribir un ensayo acerca de las implicaciones de los automóviles en la cultura; incluído en su famoso libro “Mitologías” de 1957.
En esta obra, Barthes habla de temas muy puntuales de la cultura contemporánea como la lucha libre, el jabón en polvo y la representación del Imperio Romano en el cine. En particular, el DS provocó las siguientes líneas en la pluma de Barthes: “Creo que los autos son hoy casi el equivalente exacto de las catedrales góticas, quiero decir: la creación suprema de una época, concebida apasionadamente por artistas anónimos, y consumida aunque sea en imagen y no en uso por una población entera, que se los apropia como objetos puramente mágicos.”
También conocido como “sapito” (a veces hay que perder el glamour)
Nunca se ha definido mejor la importancia de los automóviles para el mundo contemporáneo: la creación suprema de una época, un objeto puramente mágico. Claro que en el caso del DS los artistas responsables de su creación no son tan anónimos. El DS fue diseñado por el escultor italiano Flaminio Bertoni en conjunto con el ingeniero aeronáutico francés André Lefebvre. Se presentó por primera vez al público en el Auto Show de París de 1955 y de inmediato se convirtió en una obra loada por la crítica y el público, que apartó 80,000 unidades ese mismo día. Esta cifra se mantendría como el récord de ventas colocadas por un concepto automotriz por 60 años hasta la presentación del Model 3 de Tesla en 2016.
Cabe destacar que su nombre fue escogido porque en francés las siglas “DS”, cuando se pronuncian juntas, suenan a la palabra “déesse”, que en el idioma del amor significa “diosa”. De hecho Barthes, en otra parte del ensayo referido, describe al DS “como caído del cielo”. Y estaba equipado con tecnología fuera de órbita para la industria automotriz de mediados de los cincuenta: fue el primer auto en ofrecer una suspensión neumática, con ajuste de altura, para optimizar la conducción en los descuidados caminos europeos de la posguerra. También integró de manera novel la dirección asistida y una transmisión semiautomática. Cabe destacar que el DS tuvo una participación destacada en competencias de resistencia a lo largo de Europa.
La importancia del DS, fabricado de 1955 a 1975, se puede resumir en una palabra: suavidad, concepto que sería básico para la industria automotriz a partir de entonces. “La suavidad siempre es un atributo de perfección porque su opuesto revela una operación técnica y típicamente humana de ensamblaje: la túnica de Cristo era perfecta, al igual que las aeronaves de ciencia ficción están hechas de metal ininterrumpido", escribió Barthes. Sin duda había visto lo que la innovación del DS realmente iba a significar, "los comienzos de una nueva fenomenología del ensamblaje, como si uno progresara de un mundo donde los elementos están soldados a un mundo donde están yuxtapuestos y se mantienen unidos por la sola virtud de su forma maravillosa, que por supuesto está destinada a prepararlo a uno para la idea de una naturaleza más benigna”.
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